Paula Rego (Lisboa, 1935) es una pintora de historias a quien admiro profundamente. Aunque somos muchas las mujeres que hacemos una actividad artística pocas tienen la oportunidad de darse a conocer como lo hizo esta pintora. Pude ver una muestra retrospectiva en el Museo Reina Sofía de Madrid y ese recuerdo lo guardo para siempre. Ahora quiero compartir con vosotros esta entrevista realizada en la oportunidad y que rescato de una de las mas serias publicaciones culturales españolas, la revista Babelia.
PREGUNTA. Desde un principio, se ha mantenido fiel a la pintura, ajena a los vaivenes de las tendencias dominantes en el arte. ¿Cómo consiguió sobrevivir durante la indiferencia que hubo hacia la pintura en los años 70?
RESPUESTA. Fue muy difícil. Mi marido, que era muy buen pintor, solía decirme lo que le parecía bueno o malo de mi trabajo. En Londres parecían no saber lo que yo hacía o no lo entendían o, simplemente, no les gustaba. Así es que me tomó mucho tiempo darme a conocer. Mientras tanto seguía dibujando. Es una pena, pero fue así. Durante los años sesenta, cuando hacía una especie de collages, mi trabajo estaba un poco más cercano a lo que se hacía en el momento. Pero yo no puedo hacer arte conceptual. Sólo puedo hacer lo que hago y lo que he hecho. Y eso es dibujar. Todo lo que hago está relacionado con el dibujo. A fines de los años setenta y principios de los ochenta todo cambió porque hubo un renovado interés por la pintura. Lo bueno ahora es que tienes arte conceptual, fotografía, vídeo, pintura, y todos conviven. Hoy puedes hacer lo tuyo sin problemas.
P. Cuando se comenta su trabajo se le suele relacionar con el de artistas tan diversos como De Chirico, Arshille Gorky, Balthus, Chagall. ¿Qué opina de ello?
R. Yo siempre he admirado mucho a Daumier, James Ensor y Goya. También me ha interesado Gorky durante una época. Chagall me interesa menos porque a veces lo encuentro demasiado sentimental. Me gustan los artistas satíricos, como el portugués Bordall Pinheiro.
P. Su infancia en Portugal ha sido siempre muy importante en su obra a pesar de llevar varias décadas viviendo en el Reino Unido. ¿Sigue ligada a esa época mental o emocionalmente?
R. Sí, y físicamente también. Muchos de los cuadros que yo pinto son historias y a veces no sé en qué escenarios situarlos. Con frecuencia hago uso del recuerdo de sitios que conocí en mi niñez, como la casa de mi abuela en Lisboa. Nunca suceden en Londres. Aunque mi estudio está aquí y es el lugar donde todo cobra forma. Entre otras cosas porque es muy grande y me permite traer todo lo que necesito para crear los ambientes de mis cuadros. De manera que recurro a los lugares de mi infancia y trato de trasladarlos a mi estudio. No podría pintar en otro sitio. En cuanto a mi infancia, hasta los 19 años -si es que esa edad se puede considerar todavía parte de la niñez-, es la época en la que todo sucede. A partir de esa edad empieza la muerte. La de tus padres, la de tu marido, la de gente alrededor. La infancia es el descubrimiento de la vida. Y del miedo. Un amigo muy querido, que murió hace pocos días, escribió que yo pintaba para darle un rostro al miedo. Yo siempre estuve asustada de todo. De otros niños (era hija única), de salir al jardín (por los insectos). Todo me daba miedo.
P. Muchas de las series de cuadros que ha pintado están relacionadas con cuentos infantiles. ¿Fue ese mundo el que la marcó?
R. Los cuentos tradicionales portugueses son muy crueles. Más crueles que de miedo. La vida es así. Algo fantástica también. Los cuentos me influyeron mucho de niña, pero los mayores no me prestaban mucha atención. Yo pasaba la mayor parte del tiempo en mi habitación, jugando y dibujando sola.
P. Un mundo de fantasía que parece haber crecido con usted a lo largo de todos estos años.
R. Sí, es el mismo mundo en mi estudio. Es mi cuarto de juegos. Tengo aquí mis muñecas. Cuando era pequeña yo solía cortarle los dedos a mis muñecas.
P. ¿Por qué?
R. Para hacerles daño. Sobre todo a aquellas que parecían de carne y hueso. Ahora les hago algo parecido en mis cuadros. A través de la pintura puedes amar y odiar. Eres totalmente libre para reflejar cualquier cosa.
P. Al menos con la pintura no hace daño físico a nadie.
R. Sí, porque no lo sienten. De todas formas las personas que pinto no se reconocen en mis cuadros. Es sólo pintura.
P. Sus personajes suelen ser inquietantes, con un lado oscuro. ¿De dónde provienen esas ideas o historias?
R. Normalmente vienen de historias que he leído. Como Jane Eyre, de Charlotte Brontë; El crimen del padre Amaro, de Eça de Queiros; Nada, de Carmen Laforet. Un libro precioso. A veces leo obras que me inspiran, pero mis pinturas no son ilustraciones. Son una interpretación de lo que me hacen sentir.
P. ¿Explora el mal?
R. No lo exploro, pero el mal existe y está a nuestro alrededor. Pero también hay bondad, he conocido mucha bondad. Y también amor, sexo, erotismo. Todo lo que tiene que ver con el cuerpo me interesa.
P. ¿Las relaciones y conflictos entre seres humanos son parte del universo que retrata?
R. Todo responde a una jerarquía. Tienes el padre, la madre, el cocinero, el niño y el perro. Siempre hay alguien que le dice a otro lo que tiene que hacer. Constantemente hay una jerarquía, rebeldía y aceptación. En cierta medida hay una colaboración con la persona que te hace daño, sobre todo entre mujeres y hombres. Mujeres que son maltratadas por el hombre que aman. Y vuelven por más porque no pueden romper con él. Y los niños sufren mucho. Por muchas razones, las relaciones entre hombres y mujeres son siempre difíciles. Porque uno le ordena al otro qué hacer.
P. Una relación de poder.
R. Sí, las relaciones de poder son lo que me interesa. Y es algo que ves constantemente a tu alrededor. Lo veo a diario en el autobús que tomo para venir a mi estudio. Por ejemplo, algo tan simple como la forma en que una madre le limpia los mocos a su hijo dice mucho de la relación de ambos. Incluso si no lo hace y los deja correr. Esos pequeños gestos son muy elocuentes.
P. Las mujeres aparecen en el centro de su interés.
R. Me interesa lo físico y me interesan las cosas relacionadas con las mujeres. Soy mujer y ése es el único punto de vista que puedo tener. No el de un hombre. Me hubiera gustado nacer niño, pero desafortunadamente no fue así, para decepción de mi abuela. Sólo puedo contar la historia a partir de mi experiencia.
P. No sólo lo físico queda reflejado, también lo social.
R. Las injusticias que padecen las mujeres, políticas y legales, en algunos países son muchas y muy graves. Hice una serie de obras en torno al aborto y la presenté en Portugal, porque estaba prohibido y porque había una situación de hipocresía legal. La gente de dinero se iba a abortar al extranjero y las mujeres que no tenían recursos morían con frecuencia a causa de abortos hechos en pésimas condiciones. Me parecía algo intolerable y nadie hacía nada en torno a ese tema en Portugal. La primera muestra de esa serie de cuadros fue en Madrid y después fueron a Lisboa. Me siento muy satisfecha y orgullosa porque ahora las leyes han cambiado. Y espero que mi pequeña contribución a tomar consciencia de la situación haya ayudado.
P. También ha hecho otras obras de intención política.
R. Sí, en la época de la dictadura de Salazar hice algunos trabajos. También, puntualmente, en otros momentos y, últimamente, un cuadro sobre la guerra de Irak. Los personajes en ese cuadro huyen despavoridos, por eso los representé como liebres, una manera de que se perciban más vulnerables.
P. Los animales han estado siempre presentes en su mundo pictórico. ¿Representan siempre a personas o le interesa también la psicología animal?
R. Son personas. Sobre todo en mis primeros trabajos, como el mono que golpea a la mujer adúltera. Son gente que he conocido. Luego está la liebre que le dice a sus padres que está embarazada, ésa era yo. Son como fábulas, tienen un lado cómico y uno trágico.
P. Los grandes pintores españoles han tenido también un eco en su obra: Goya, Velázquez, Miró, hasta Dalí. A usted se le ha llegado a calificar como surrealista. ¿Qué piensa de eso?
R. Yo he crecido con la pintura española. Y quizá el que más me interesa es Gutiérrez Solana. He hecho un cuadro en homenaje a él, siempre me gustó. Es una lástima que no se le conozca mucho fuera de España. Y en su lista no ha mencionado a Picasso. He vivido con reproducciones de sus obras en las paredes de mi estudio toda la vida. Además, creo que el Prado es el mejor museo del mundo. Cuando voy me siento como en casa. Adoro ir a ver los cuadros de Zurbarán, Ribera, Velázquez, Goya. Pero, sobre todo, los santos de Ribera. Es un pintor extraordinario. Y El Greco, que es tan camp y estático. Me encanta. Ir al Prado es lo mejor del mundo para mí.
P. Dentro del universo propio que ha creado suele haber ciclos.
R. Sí, yo cambio constantemente. Siempre he sido figurativa, pero al cabo de una serie o dos, suelo cambiar de registro. Nunca he hecho nada abstracto, sin ojos ni boca, quizá porque no tengo ese vuelo espiritual. En cada etapa cambio de tema, la forma de abordarlo, la técnica. Es necesario, porque si no te quedas estancada y empiezas a hacer arte, lo cual es desagradable.
P. ¿Qué cree que hace usted, entonces?
R. Lo que yo hago es dibujar las cosas que veo. No me gusta considerarlo arte. El arte es algo distinto. Si me acerco al arte, cambio de rumbo.
P. Quizá lo que disfruta es estar en su estudio-cuarto de juegos, y lo que le desagrada es la parte social de ser un artista.
R. No hago mucha vida social. Voy siempre a exposiciones a ver a artistas jóvenes, eso es esencial para mí. Lo que me gusta de Londres es que puedes hacer tu vida y nadie se mete contigo. Es un lugar muy anónimo, te sientes libre. Una más.
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